Alejandro Dumas era un mago de la palabra y de la acción. El conde de Monte-Cristo es una de las novelas más apasionantes que se han escrito. Aquí está, lector, en sus manos. ¿Cree usted que se llama Monte-Cristo por una casualidad?
En un viaje por el Mediterráneo, Dumas pasó por una islilla en la que no pudo desembarcar porque `` estaba en rebeldía ''. Era la isla de Monte-Cristo. El nombre le llamo la atención. Varios meses después, en 1843, se comprometió a escribir una obra que se titularía Impresiones de un viaje por París. Le faltaba, sin embargo, la trama novelesca. En esos días leyó un cuento de veinte páginas titulado El diamante y la venganza. Se desarrollaba en tiempos de la segunda Restauración. De allí le surgió a Dumas la idea de que Monte-Cristo descubriera a sus enemigos en París. Marquet, un colaborador suyo, inventó los amores de Monte-Cristo con la bella Mercedes y la traición de Danglars. El viaje, con la imaginación de Marquet y la de Dumas se convirtió en una novela pura. La novela se formó como una fuga a 64 voces de Bach. Cada tema tenía un sentido. Cada personaje se engarzaba con los demás. Así nació El conde de Monte-Cristo. Era el año de 1843. El triunfo fue rotundo. Cada día aparecía un capítulo en Le Journal des Débats. Cada día Francia entera palpitaba con las aventuras dé Edmundo Dantés. De provincia le escribían los lectores a Dumas para indagar de antemano el desenlace. El día en que un capítulo no aparecía se producía una angustia nacional.



El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas
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